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La revolución de las complicaciones: Cuando el tiempo se hace accesible

Recientemente, quedé sorprendido al tener al frente por primera vez, un Astronomia de Jacob & Co. En la esfera de aquel reloj, y al ritmo de un tourbillon triaxial, orbitan un pequeño planeta tierra y su satélite, rodeados por una disonante pero funcional ruleta, que seguramente será útil para quien encuentra aburrido de llevar relojes convencionales.

Durante años he sido esquivo a las creaciones de Mr. Jacob Arabo, pero no puedo negar que, pese a su exagerado diseño, la complejidad técnica y la impecable calidad de sus acabados artesanales me dejaron estupefacto.

Estamos hablando de una pieza que trasciende la simple noción de medir el tiempo y se debate entre ser obra de arte de la relojería o una joya mecánica. Su precio es tan astronómico como su nombre: USD 600.000. Y en ese momento, mientras mis ojos se perdían en la danza del tourbillon y la fascinante maqueta cósmica, me asaltó una pregunta inevitable: ¿Estamos realmente obligados a pagar fortunas para disfrutar de mecanismos que desafíen la forma tradicional de un reloj?

Sin embargo, una respuesta a esta pregunta vino desde el lugar más inesperado. Es fácil sucumbir a la idea de que, para tener un reloj que rompa con lo convencional, se deben sacrificar grandes sumas de dinero. Pero una firma china llamada Behrens, con un enfoque espartano en materiales y acabados, pero ambiciosa en ingenio para sus complicaciones, ha conseguido lo que parecía imposible: adentrarse en territorios hasta ahora dominados por titanes de la alta locura relojera como MB&F, Urwerk, HYT y, por supuesto, el mismo Jacob & Co.

¿Pero quién con dos dedos de frente elegiría un reloj chino? La pregunta podría parecer un despropósito, especialmente en un mundo donde las nociones de lujo y exclusividad han sido históricamente ligadas a la herencia y maestría de la relojería suiza. ¿Por qué alguien querría gastar € 5.000 en un tourbillon chino cuando existen suizos que cuestan 10 o 100 veces más? ¿Quién sería tan loco como para considerar incluir una pieza de alta relojería fabricada en Oriente si ya contamos con opciones de calidad excelsa, aunque impagables para la mayoría?

En este punto me cuestiono nuevamente: ¿No es esta la misma arrogancia la que casi condenó a la industria relojera suiza en los años 70, cuando de la mano de Seiko, el cuarzo surgió como una revolución imparable? La historia parece repetirse, pero con nuevos actores y contextos. Porque, en este renacimiento de las complicaciones accesibles, para algunas marcas, la innovación no es la excepción sino la norma.

En Colombia hay un dicho popular que dice “El que es caballero repite” y en Seiko parecen estar de acuerdo, pues una vez más asestaron un golpe a la hegemonía helvética con el lanzamiento del movimiento 4R34/NH34A, que democratizó los relojes GMT y encendió una chispa entre las micromarcas que buscan su lugar en la industria al ofrecer complicaciones antes reservadas a las marcas de lujo del viejo continente.

Este despertar no es exclusivo de Oriente. Xeric, una marca nacida en Kickstarter y cuya propuesta por debajo de los USD 1.300 convierte un calibre Miyota en algo digno de un museo de arte moderno y pone una experiencia tipo “Urwerk” al alcance de aficionados y coleccionistas con billeteras más ajustadas.

En Europa, donde las marcas tradicionales se resguardan tras paredes de metales preciosos y cristales de zafiro, la innovación no suele ir de la mano con los precios accesibles, pero existen las excepciones:

Sin ninguna necesidad, pero tal vez consciente del cambio que sobreviene, Max Busser demostró con sus M.A.D. que incluso sus creaciones pueden estar al alcance de los mortales. Y luego está Christopher Ward, que después de sacudir los cimientos de la relojería con una gran relación Calidad/Precio, dejó caer una bomba llamada “C1 Bel Canto“, que por menos de € 5.000, ofrece una sonería, considerada por muchos como la complicación más inaccesible por su tradicional exclusividad y elevado precio.

Mido es uno de los pocos ejemplos provenientes del establishment relojero. Su reciente renovación de catalogo ofrece por alrededor de € 1.000 la complicación “Big Date” que hasta hace poco era sinónimo de relojes que se cotizan en decenas de miles.

No sugiero que estas innovaciones nos convertirán en acumuladores de relojes económicos, pues es evidente que los precios de los modelos de entrada no tienden a disminuir. Sin embargo, sí espero que esta revolución nos brinde colecciones más diversas y nos permita explorar caminos que, hasta hace unos años, parecían exclusivos de futbolistas famosos y presidentes africanos. Coleccionar relojes siempre será un pasatiempo costoso y difícil de justificar, pero si las recientes innovaciones siguen apareciendo con regularidad, estoy convencido de que pronto veremos a más aficionados aspirando a relojes que ofrecen mucho más que la monotonía que los magnates del lujo disfrazan de estatus.

La revolución de las complicaciones está en marcha, y ya no es un juego exclusivo para unos pocos elegidos. Es el amanecer de una nueva era en la que la verdadera pasión por la relojería no tiene que venir acompañada de un precio prohibitivo, sino de la emoción de descubrir algo nuevo, algo distinto, algo que, aunque sea más accesible, sigue siendo extraordinario. Porque, al final del día, no se trata solo de qué hora marca el reloj, sino de cómo ese reloj marca nuestros sueños y metas como coleccionistas.