Pruebas locas que no veremos más en la industria.

Hace no mucho en el primer episodio del podcas sobre Omega comentamos una de las pruebas que les hacían a los relojes, la cual era bastante extrema y la conclusión a la que llegamos fue que antes las marcas hacían ciertos test muy fuera de lo común para demostrar la resistencia de sus relojes.

Esto a día de hoy parece impensable, y es normal, los relojes han perdido parte de su carácter como herramientas y este tipo de demostraciones no son tan necesarias más allá desde el punto de vista del marketing. Sumado a esto, encontramos que en la actualidad hay más medios para simular circunstancias extremas en los laboratorios sin llegar a ser necesario realizarlas fuera de estos.

Sigue siendo común mandar algunos prototipos a usuarios de prueba para que den feedback sobre su uso o utilidad como hace Breitling, pero no para someterlos a resistencia.

Sin embargo, ¿Cuáles han sido algunas de las pruebas más extremas que han hecho para demostrar la buena construcción de los relojes?

Empezando por la comentada inicialmente, encontramos al Seamaster de Omega.

Durante esta prueba, los técnicos fijaron uno de estos relojes al casco del vuelo 302 de la Canadian Pacific Airways, partiendo del origen de la compañía aérea y con destino a Ámsterdam.

Este vuelo de realizado a través de una ruta polar de más de 6.000 km y algo menos de 9 horas, somete al reloj a una altitud de unos 11.000 metros y temperaturas inferiores a los -50 °C. Sin embargo al aterrizar se comprobó el estado del reloj y este presentaba una estética correcta y una marcha adecuada, manteniendo el tiempo como le correspondía.

Siguiendo con la idea de atar relojes al exterior de los vehículos, Citizen se animó a atar una serie de relojes de su serie Promaster Diver al casco de un barco para probar su funcionalidad y precisión en condiciones extremas.

Lamentablemente de esto casi no hay información y la poca que se encuentra difiere mucho entre fuentes, haciendo muy complicado discernir cuál es la correcta. Sin embargo entre ellas comparten algunos datos para los que se pueden sacar algunas conclusiones.

Teniendo en cuenta las masas de agua que rodean la isla de Japón, podemos concluir que estos relojes aguantaron durante estas pruebas, temperaturas entre los 15°C y 30°C y la fuerzas de impacto del agua contra los relojes de hasta 600 kN/m². Este es el equivalente a un bloque de cemento de un metro cúbico golpeando contra el suelo al soltarlo desde una altura de 10 metros.

Sin embargo la que destacó por sus duros test a los relojes fue Timex en la década de los 50 y 60, que comenzó atando un Marlin a un bate de béisbol del deportista Mickey Mantle. Durante esta prueba el bateador situado en la base del Yankee Stadium recibió 50 lanzadas de bola que lanzó de vuelta con el bate, para posteriormente comprobar ante los asistentes que el reloj seguía funcionando gracias al sistema anti choque.

Tras el éxito de esta prueba, Timex continuó con una serie de pruebas, que inicialmente contaron con otros atletas como el golfista Ben Hogan o el Boxeador Rocky Marciano que pusieron a prueba los relojes de la marca. Y de ahí pasaron a fijarlo a las hélices de un fueraborda, después se abordó la idea de atarlo a un avión y estrellarlo… esto sin duda marcó un declive en los tests, que cada vez tenían menos de pruebas y más de publicidad.

Estas terminaron cuando en una de las pruebas, se decidió subir a un elefante encima de uno de los relojes de la compañía y el Timex no fue capaz de soportarlo.

Formas de probar los relojes como las que hemos visto, fueron cayendo en popularidad por los avances tecnológicos que las compañías iban haciendo, hasta prácticamente desaparecer.

La más reciente, después de mucho tiempo sin noticias que llamasen la atención, fue la del Omega Ultra Deep, que se adentró en las Marianas donde ya lo hizo previamente Rolex para romper la marca de mayor profundidad para un reloj.

En 2019, Victor Vescovo pilotó en solitario el DSV (Deep Summergence Vehicle) Limiting Factor, el sumergible de la Expedición Five Deeps que durante 12 horas y con el Omega atado a un brazo mecánico, logró sumergirse a 10.935 metros, siendo la inmersión más profunda del mundo.

Como he comentado al inicio del artículo, si no es para marketing no existe la necesidad de realizar estas pruebas, y creo que lo único que veremos en un futuro son casos como el del Omega, que más que mostrar resistencias a duros test, son alardes técnicos al alcance de muy pocas marcas.

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