Los relojes artesanos por excelencia

Una de las colecciones que me resultan más interesantes de la relojería son los Falcone asimétricos de la década de 1980. Estos relojes, diseñados por Dino y Roberto Falcone, se inspiraban en la obra «La persistencia de la memoria» de Salvador Dalí, y fueron plasmados en una serie de unidades de formas irregulares, planteando un concepto muy interesante, siendo un buen exponente de la relojería artesana.

Padre e hijo, firmando cada uno de estos relojes con DF o RF, realizaron en oro amarillo, oro rosa y oro blanco una pequeña tirada de relojes, caracterizada por estar hechos completamente a mano y ser cada pieza 1/1, situando a Milán en la escena de la relojería artesanal.

Lo especial de estos relojes es que la totalidad de la producción del reloj dependía únicamente de Dino y Roberto, a excepción de la creación del calibre, pero sí su modificación.

Es decir, cada forma es única, así como las complicaciones que muestran en el dial, que siguiendo con el concepto de relojes únicos, no comparten ni el trabajo en los calibres.

El flujo de trabajo para una de estas piezas no partía de la petición de un cliente, sino de la voluntad de ambos relojeros de elaborar cada pieza. Muestra de esto es que varias de estas unidades llegaron al público tras la adquisición por parte de la casa de subastas Christies y su posterior salida a subasta. Esto produjo el auge de las piezas del duo de relojeros, pero desafortunadamente, no se tiene mucha información sobre ellos ni tampoco se conservan muchas piezas previas.

Ejemplo de una de las unidades previas de Roberto Falcone

Esta forma de plantear el trabajo trae muchas complicaciones a la hora de elaborar un reloj. Por ejemplo, si nos enfocamos en otras unidades producidas por Dino y Roberto, vemos cajas de forma regular, como las redondas, que son comunes en la industria relojera. En estos casos, pedir un cristal a un proveedor externo o cortarlo ellos mismos es mucho más sencillo que tener una caja completamente irregular y tener que cortar el cristal para que encaje perfectamente con una precisión milimétrica. Esta dificultad se repite con todos los componentes del reloj.

Por ejemplo, en el caso de los diales, como bien hemos dicho, cada uno alberga diferentes complicaciones. Estos diales podrían haberse producido mediante alguna técnica alternativa más sencilla, pero Dino y Roberto decidieron ir a por todo y elaboraron cada dial esmaltado, pintando ellos mismos a mano cada uno de ellos y aprovechando para situar su firma a las 12.

Esto parece sencillo, pero complica todo de una forma increíble. Imaginad que, a la hora de pintar los índices, empiezan por el 1, y luego el 2, el 3... ¿Y si no guardan la proporción suficiente? Es decir, si el 2 se desplaza un par de milímetros y el 3 también, la precisión se pierde por completo. Ajustarlos después es dificilísimo, por no decir imposible, ya que asumir esa corrección afecta la marcha del calibre. Esta dificultad se agrava cuando el reloj tiene alguna complicación, como fases lunares. No solo es cuestión de pintarlos, sino también de hacerlo con una técnica difícil y en el cuadrante de la esfera necesario. ¿Entendéis por qué es la máxima expresión de la relojería artesanal?

A pesar de que cada reloj es diferente, cuentan con una serie de características comunes. Cada reloj debía ser único y de forma irregular, pero, a pesar de la dificultad de escalar la producción de estos relojes, ya que no comparten componentes aparentemente, era necesario poder agilizar la construcción. Por ejemplo, las coronas son genéricas y se comparten en todos los modelos. Además, las hebillas, agujas y asas para las correas también son componentes comunes. Como puede observarse en algunas de las unidades, la aleación del oro es diferente en las asas y en la caja, lo que indica que se habían fabricado varias asas similares con anterioridad y se añadieron al reloj en uno de los pasos finales de la construcción de la caja.

Para entender la complejidad de los calibres, tomemos el ejemplo de esta unidad tan especial de mediados de 1980. Se cree que es la única de oro blanco y se encuentra firmada por padre e hijo. Dispone de fase lunar, día de la semana y horas saltantes. Todo ello partiendo de un calibre 7001 que, como base, solo trae horas, minutos y segundos. Y sí, es el mismo que se encuentra en un Baltic Prismic o un Furlan Marri Disco Volante.

Sin duda, cuando pensamos en relojería artesanal, nos vienen a la mente marcas como Breguet, Patek Philippe, Vacheron Constantin, o quizás relojeros japoneses como Nakagawa y Naoya Hida. Sin embargo, quienes se llevan el primer puesto son Dino y Roberto Falcone.

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