Schaffhausen, el sueño de Moser

En la actualidad, abrir Instagram supone encontrarse con un par de anuncios en los que te ofrecen ser tu propio jefe y ganar varios miles de euros. Sin embargo, esto del emprendimiento, no es nada nuevo. En la década de 1860, Florentine Ariosto Jones se encontraba en Boston tratando de hacer algo diferente a lo que se estaba haciendo en la industria relojera estadounidense. Además, por lo general, arrancar un negocio supone disponer de poco capital inicial y buscar los menores costos posibles.

¡Ahí es donde entra Suiza! En el país, había un gran conocimiento y tradición relojera, y los salarios en esa época eran bajos. Por ello, con la idea de fabricar sus calibres ahí, ensamblarlos en cajas y, posteriormente, distribuirlos en todo Norteamérica, Jones fundó IWC –siglas para «International Watch Company»–, cuyo nombre reflejaba su estrategia de fabricación y la distribución internacional. Sin embargo, la realidad le dio una buena bofetada.

Tenía como objetivo establecerse al oeste de Suiza, pero al llegar, se dio cuenta de que la escalabilidad del negocio iba a ser complicada. En esta zona, los suizos, en su mayoría, fabricaban piezas en sus casas con maquinaria bastante antigua y eran muy escépticos de la fabricación en masa. Es decir, parecía que la idea del funcionamiento de IWC no iba a llegar a buen puerto, hasta que conoció a Heinrich Moser.

Este último tenía una visión de los negocios impresionante que se sumaba a sus increíbles conocimientos de relojería. Estos conocimientos eran herencia de su familia, que se encargaba del mantenimiento de todos los relojes públicos de Schaffhausen.

Sin embargo, la visión de Moser lo llevó a cambiar de ciudad y fundar H. Moser & Cie en San Petersburgo, donde alcanzó una increíble fama y prestigio, siendo el único relojero en reparar los relojes del Zar. Pero no terminó ahí ya que, a mediados de 1800, exportaba sus relojes a Asia gracias al alto nivel de industrialización que había conseguido en la ciudad rusa.

La inquietud y su visión a largo plazo lo condujeron a llevar ese conocimiento adquirido de vuelta a Schaffhausen, con la idea de convertir esta zona de Suiza en un centro industrial exitoso. Para ello, construyó la presa hidroeléctrica Moser en el río Rin, capaz de abastecer de electricidad a diferentes fábricas circundantes. Además, fundó la segunda línea ferroviaria de Suiza, que unía Schaffhausen con Winterthur, facilitando los transportes y potenciando la industria de Schaffhausen.

Así que, cuando Jones se topó con el problema de poder fabricar sus calibres, Moser le ofreció la infraestructura necesaria con fábricas, abastecimiento y transporte para poder levantar el negocio. Lejos de la rivalidad entre fabricantes de relojes, el sueño de Heinrich Moser era ver su ciudad natal convertida en un un centro industrial de referencia.

A día de hoy, podría decirse que IWC le devuelve el favor a Heinrich Moser, situando en el mapa a Schaffhausen como referente en esta industria.

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